En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, el hombre camina erguido, mistificando la senda recorrida por otros; construyendo a su paso el edificio sagrado del alma. Y la Tierra se abre desde el centro-corazón, apuntalando la escala que disuelve la dualidad con el fuego de la llama trina encapsulado en sus manos, que hacen la obra de Dios deshaciendo a la ilusión.
Así fue dicho desde el principio de los tiempos: Entréguese la llave a quien le pertenece y hágase la voluntad de Dios en la Tierra como en su Reino.
Amén.
martes, 25 de agosto de 2009
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