Su labor es humanamente divina.
Sean como niños, sencillos, alegres, amorosos: 'Quien no tiene alma de niño no podrá entrar en el Reino de los Cielos'.
Este es ya el Cielo, pero solo los niños lo saben. Después los obligan a olvidarlo.
Sean como ellos, tan cerca de la Tierra pero mirando siempre hacia arriba: lo terreno y lo divino en un cuerpo pequeñito.
Sean como los árboles, con las raíces bien plantadas en la tierra y las ramas siempre buscando el cielo: Majestuosos; respetuosos; silenciosos; impecables.
Sean como ellos, que no alardean de su sabiduría. Solo están ahí, plantados; esperando; ofreciéndose a todo, incluso a su propia destrucción. No huyen, no temen: se ofrecen. Ofrecen su sabiduría a quien quiere escucharla.
En un árbol todos tienen cabida: jóvenes y viejos, niños y adultos, pobres y ricos.
Sean ustedes así, no limiten el mensaje, no crean que alguien, por cualquier motivo, no es digno de recibirlo.
¡Entréguense!


No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.