Deja de ser lo que crees que eres.
Esto fue lo que me dijo Enoc esta mañana.
Deja de ser lo que crees que eres.
Así que, en una mesa blanca tomé mi apariencia y me la quité, quedando sólo como luz blanca. Me veía de lejos hacer esto.
Me dijo:
Aún no dejas de ser lo que crees que eres. Hazlo.
Entonces, de ser una gran luz blanca, me hice una pequeña motita de luz.
Me dijo:
Aún no dejas de ser lo que crees que eres.
Entonces, dejé de ser cualquier cosa, y me sentí en mí, flotando omnipresente. Él estaba sentado con una gran túnica blanca, con sus cejas pobladas y pelo un tanto largo.
Ahora sí –me dijo- ya lo hiciste.
En ese estado en el que me encontraba, no me veía a mí; no podía articular palabra; no cabía el pensamiento; no me llamaba por mi nombre.
Dijo:
Entra en mí. Ve mis manos, te voy a mostrar –desenrolló unos pergaminos blancos en los que no pude ver con claridad.
Así lo hice, veía desde su perspectiva y escuchaba dentro de él. Veía sus manos como si fueran las mías.
Me di cuenta que el chiste de todo no era dejar de ser, sino dejar de creer lo que soy: Al dejar de creer, entonces Yo Soy. No hay creencia de por medio, no hay pensamiento de por medio, solo Yo Soy. En ese estado no podía articular palabra o pensamiento, ni siquiera podía decir: Yo soy esto. No podía sentir la certeza de serlo, simplemente lo era.
Esto fue lo que me dijo Enoc esta mañana.
Deja de ser lo que crees que eres.
Así que, en una mesa blanca tomé mi apariencia y me la quité, quedando sólo como luz blanca. Me veía de lejos hacer esto.
Me dijo:
Aún no dejas de ser lo que crees que eres. Hazlo.
Entonces, de ser una gran luz blanca, me hice una pequeña motita de luz.
Me dijo:
Aún no dejas de ser lo que crees que eres.
Entonces, dejé de ser cualquier cosa, y me sentí en mí, flotando omnipresente. Él estaba sentado con una gran túnica blanca, con sus cejas pobladas y pelo un tanto largo.
Ahora sí –me dijo- ya lo hiciste.
En ese estado en el que me encontraba, no me veía a mí; no podía articular palabra; no cabía el pensamiento; no me llamaba por mi nombre.
Dijo:
Entra en mí. Ve mis manos, te voy a mostrar –desenrolló unos pergaminos blancos en los que no pude ver con claridad.
Así lo hice, veía desde su perspectiva y escuchaba dentro de él. Veía sus manos como si fueran las mías.
Me di cuenta que el chiste de todo no era dejar de ser, sino dejar de creer lo que soy: Al dejar de creer, entonces Yo Soy. No hay creencia de por medio, no hay pensamiento de por medio, solo Yo Soy. En ese estado no podía articular palabra o pensamiento, ni siquiera podía decir: Yo soy esto. No podía sentir la certeza de serlo, simplemente lo era.


No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.